martes, marzo 02, 2010

RAÚL CANO Y ÓSCAR VELASCO IN MEMORIAM



Hoy ha sido un día de recuerdo. El 2 de marzo para mí ha supuesto volver la vista atrás. ¿Una casualidad? ¿El destino? No lo sé, pero supongo que la memoria dormida a veces sale de su eterno letargo, e ilumina y rememora la mente. La añoranza de lo vivido sale a flote, y con ello aquellos maravillosos o tortuosos años (depende de quién mire los recuerdos o de con qué cara se miren) vienen a la mente tan lúcidos y vívidos como si el pasado se hiciera presente. Esto ha hecho el día de hoy más sublime aún si cabe.

Del primero de ellos quizá no fui el mejor amigo, ni mucho menos. Era el compañero que se sentaba delante de mí. Era el compañero con el que no me trataba demasiado bien. Quizás le guardaba rencor por tonterías pueriles del pasado, pero estaba tan cerca de mí en clase y a la vez tan lejos...

Raúl Cano. Recuerdo haberle negado prestarle un miserable lápiz. Fíjate tú la estupidez. ¿Por qué? Eso da igual. Aún así, mi querida Erika me “engañó”, o quizás yo me “dejé” engañar, y prestárselo a ella fue prestárselo a él. No pillé un rebote demasiado fuerte. Pero aún así me sentó mal ese gesto. Me arrepiento de ese acto, tan propio de la edad y de la condición humana, pero tan impropio de la unidad de la humanidad al mismo tiempo...

Al poco falleció. Víctima de un accidente de atletismo. Cursaba quinto de E.G.B., y practicaba este deporte, y quería correr más que nadie, y saltar más que nadie. Y desde luego saltó más que nadie... más de lo que debería haber saltado. Lamento no haberte dicho esto antes, pero ahora sé que estés donde estés, tu espíritu está bien. Y hoy, te recuerdo.

El segundo de ellos, Óscar Velasco. Con éste sí que llegué tener buen feeling. Jovial, dicharachero, bromista... Estaba sólo en la capilla de san Francisco hasta que llegó él. Estaba sólo en clase hasta que le conocí a él. Su risa era mi risa, su alegría era mi alegría, sus bromas eran mi diversión, y sus conversaciones conmigo en clase eran el martirio del profesor... Cuando nos separaron por cosas de la vida, se me fue un trozo de vida. Y otro más grande se me fue cuando me enteré de su prematura muerte. Otro accidente, tan desgarrador como el de Raúl, lo elevó al mundo del espíritu. El consuelo es que su espíritu está también bien. Y hoy, te recuerdo.

Hoy os recuerdo. Hoy os hecho de menos. Siempre tendréis en mi corazón un hueco. Posiblemente vuestra alma y espíritu me guarden uno también. Que allá donde vaya mi alma y espíritu nos encontremos, nos saludemos y caminemos algún ratito juntos. Con nostalgia se despide, vuestro amigo que hoy os recuerda, y que siempre estéis donde estéis, os quiere.